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El poder curativo del tacto. Conectarse de nuevo


En la era de las nuevas tecnologías parece que estemos más conectados que nunca pero la verdad es que lo hacemos a través de máquinas. Ya casi no hablamos cara a cara mirándonos a los ojos sino que nos pasamos el día “hablando” con otros a través del teléfono móvil, ya sea a través de una llamada, un mensaje de texto o un WhatsApp. Nuestros dedos ya no tocan a la persona con la que estamos, se mueven frenéticamente aporreando el teclado con los pulgares con la cabeza inclinada a 90 grados (cuello de texto) y no nos fijamos en lo que ocurre a nuestro alrededor.




Muchas veces ignoramos a la persona que nos acompaña para contestar llamadas y mensajes entrantes de otros. El lenguaje ha cambiado, ya no nos despedimos con una palabra cariñosa ni expresamos nuestro afecto verbalmente, ahora mandamos un emoticono (una carita sonriente, un corazón, etc.)


Cuando voy en el metro me gusta observar a la gente. Es una costumbre que adquirí cuando estudiaba dibujo artístico. Siempre he sentido fascinación por el cuerpo humano, sus formas, cómo se mueve, como varía dependiendo de la edad y la raza. En las clases de anatomía artística aprendíamos las proporciones y relación entre las partes. Esto me ayudó mucho cuando empecé a estudiar anatomía y fisiología para mi diploma en masaje terapéutico.

Los que vivimos en las ciudades hacemos pocas cosas con nuestras propias manos (aparte de teclear). Casi todo lo compramos hecho. Tenemos poco contacto físico con otras personas y muchas veces es un contacto no deseado, como el que se da en un metro o autobús abarrotado de desconocidos.


Como mamíferos y primates que somos, nuestro instinto nos lleva al contacto, a crear lazos a través del tacto. Los primates no humanos pasan gran parte de su tiempo acicalándose y desparasitándose unos a otros. En los humanos, las religiones y los convencionalismos sociales derivados de ellas, tocar a otros cuando estos no pertenecen a nuestra familia o grupo, puede ser considerado una agresión o falta de modales. También hay una diferencia cultural y climática: en los países cálidos la gente se toca más que en los fríos. Probablemente porque se lleva menos ropa y la piel es más accesible. De igual manera, en los países mediterráneos y cálidos la gente se besa más, incluso entre personas del mismo sexo y se dan más abrazos a los niños. El contacto físico entre padres e hijos es mayor, sobre todo en los países pobres donde las madres cargan a sus bebés todo el día a su espalda, pegadas a su piel.


En los países ricos se les transporta en un cochecito, a veces sin que tengan contacto visual con quien lo empuja. Si además tenemos en cuenta que en los países industrializados cada vez hay más hijos únicos y los niños pasan más tiempo en guarderías, o con canguros que no son de su familia, que con sus padres, la ración de caricias y abrazos disminuye notablemente. Y más si los padres y cuidadores están enviando WhatsApps en vez de atender las necesidades afectivas de sus hijos. Estas se cubren muchas veces con regalos, cosas materiales o tiempo delante del televisor.




Muchos adolescentes descubren el sexo a través de internet en páginas pornográficas gratuitas de pésimo gusto y orientadas a un público exclusivamente masculino. Sin la supervisión de un adulto, y sin una educación sexual adecuada, aprenden que las relaciones sexuales son un conjunto de posturas imposibles en las que apenas hay contacto íntimo de calidad y en muchos casos se ejerce violencia hacia la mujer o se las trata como si fuera de goma. Así tampoco aprenden las medidas profiláxicas y de higiene necesarias para evitar enfermedades de transmisión sexual, infecciones bacterianas, etc. El aumento de enfermedades venéreas y otras que ya se daban por erradicadas como la sífilis son la muestra de que no se está educando a la población en ese sentido. Tenemos mucha información al abasto pero no la utilizamos. En este caso un “contacto” descuidado puede ser una fuente de frustración e infelicidad.


Grandes ciudades como Nueva York, San Francisco, Londres, etc. tienen una población mayor de personas solteras que de familias. Una de las razones del fenómeno “single” es que son ciudades demasiado caras para mantener una familias y que las nuevas profesiones están ocupadas por jóvenes. Ser soltero en una gran ciudad puede ser divertido pero las oportunidades para ser “tocado” cariñosa y respetuosamente no son tan grandes. Hay muchas aplicaciones y páginas web para encontrar pareja online porque encontrar a alguien “en persona” no es fácil. Requiere tiempo y eso es un bien que escasea.


Ya en la vejez, la falta de contacto y de caricias se acentúa en las personas que viven en residencias o solas. La esperanza de vida es mayor hoy día pero el aislamiento también.




No se trata de ir por ahí tocando a todo el mundo (sobre todo a los desconocidos) pero viviendo en una sociedad tan individualista como la occidental y con la privación de un contacto físico respetuoso, cariñoso y compasivo quizá los únicos sitios donde podremos tener una experiencia táctil y que nos mimen serán los spas, los centros de belleza y de masaje.


De hecho ya existe la psicoterapia corporal

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